La del 20 de enero es la Corraleja de Sincelejo, la más representativa de las corralejas costeñas.
Para los sincelejanos, Arturo Cumplido es casi una leyenda. Y a sus ochenta y ocho años don Arturo no se pierde ni una sola de las seis tardes de corraleja que cada año por la misma época se celebran en su ciudad natal. Su atención, sin embargo, se concentra en una de ellas en particular: la del 20 de enero.
Ese ha sido el día asignado desde hace más de 40 años a los toros criollos y de media casta que Cumplido cría en su hacienda Santa Teresa, cerca de Tolú. En la memoria de don Arturo están guardados los recuerdos de las corralejas de los años 20, cuando él como obrero infantil empezó a ayudar en la construcción de los corrales.
En ese tiempo los armazones de guadua amarrados con bejucos se hacían cada año en un costado de la iglesia parroquial, hoy catedral, allí en donde ahora se encuentra la estatua de Santander. Fue el cura asegura él- quien tuvo la idea de construir unos palcos elevados, que luego se convertirían en la norma.
Pero incluso cuando Arturo Cumplido era un niño ya la corraleja de Sincelejo era vieja. Su padre, Hermógenes Cumplido, llevaba años poniendo los toros para estas fiestas. el santo patrono de la ciudad. En 1864, Sebastián Romero, más conocido como don Chano, logró que trasladaran los festejos populares de octubre a enero.
Dicen que lo hizo para que las fiestas se realizaran el día de sus cumpleaños, pero que la aceptación fue inmediata tanto por las autoridades civiles como por la curia. Después de todo octubre es un mes lluvioso, mientras que enero es de verano.
A don Chano lo consideran entonces el padre de estas curiosas fiestas bravas que guardan un distante parentesco con las mucho más conocidas corridas de toros, comunes a todo el mundo hispano. Pero aquí no hay trajes de luces, ni manzanilla en botas, ni mujeres vestidas de sevillanas, ni música de pasodoble.
Lejos de celebrar cualquier herencia española, aquí se ensalza la tradición de la vaquería criolla: es la fiesta del sombrero vueltiao y el ron de caña, al son de una banda que toca porros y fandangos. El protagonista aquí no es el torero sino los toros. La corraleja de Sincelejo, claro, no son las únicas.
Inclusive dicen los que saben ni siquiera son las mejores. Pero fueron las primeras, y son sin duda las más famosas. Hoy, el calendario de corralejas abarca casi todo el año. Una buena corraleja incluye seis tardes de 40 toros cada una, y se organizan de manera fervorosa por las mismas fechas en casi todos los pueblos y ciudades de lo que una vez fuera la provincia de Cartagena.
Desde Turbaco y Sabanalarga al norte, hasta Planeta Rica y San Marcos al sur, cada población de Sucre, Córdoba, Atlántico y Bolívar, tiene su propia corraleja. Pero la Corraleja de Sincelejo del 20 de enero, la del Dulce Nombre de Jesús -su nombre oficial-, es la más reconocida de todas. Uno tras otro, los 40 toros se sueltan al ruedo.
En medio de un corral enorme se reúne una multitud que, con la excepción de unos pocos valientes, se dispersa a la carrera cuando entra furioso el animal.
Los manteros se encargan de hacer arriesgados lances buscando las propinas del dueño de la ganadería, que quiere que sus animales se luzcan para que así salgan nuevos contratos en las otras corralejas que han de venir. La cuadrilla incluye también banderilleros y garrocheros de a caballo.
No faltan, claro, los espontáneos que se meten al ruedo a probar suerte. Es el mismo ganadero propietario quien da la orden para que enlacen el animal, y lo encierren, para darle la opción al siguiente toro. Los animales más peligrosos son aquellos que ya han tenido la experiencia de corralejas previas.
Es así que más de un toro bravo se ha ganado su propia canción, por lo general un festivo porro que a su vez servirá para amenizar las futuras fiestas. El toro ‘Balay’ fue el más famoso de los animales de Arturo Cumplido. En todos los pueblos se pedían este toro criollo «cachiencontrado» a quien Julio Montalvo le compuso un porro.
El animal murió en San Pelayo, envenenado por un banderillero que vengó así la muerte de su hermano, uno más en una larga lista de 40 víctimas. Hoy la cabeza de ‘Balay’ adorna una pared en su hacienda. El 20 de enero de 1980 una tragedia llevó a la suspensión temporal de las corralejas de Sincelejo.
Cerca de cuatrocientas personas murieron cuando se derrumbaron los palcos atiborrados de gente. Como fatal coincidencia, ese día los animales de Cumplido no estaban en la arena; habían sido desplazados para otro día por la presión de unos ganaderos que consideraban injusto el trato que se le daba a don Arturo; a quien desde 1962 se le asignaba éste que era el día más importante.
Casi veinte años después, en 1999, se reiniciaron las corralejas en la capital de Sucre. Ahora los estándares de construcción de los palcos y todas las medidas de seguridad; tanto en los tendidos como en la arena, han llevado a que desde entonces no haya habido un solo muerto.
Pero el halo supersticioso no desaparece de un momento a otro. Y ante la eventual posibilidad de que algún designio fatal vinculara la ausencia de don Arturo con los eventos de aquel fatídico día; nadie objeta ahora que a sus toros les sigan dedicando la tarde del 20 de enero. En estas cosas no se pueden correr riesgos.
Diego Andrés Rosselli Cock, MD
Neurólogo, historiador y académico
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