La tierra en donde murió el geógrafo italiano, un día capital algodonera, es hoy la sede de un inusual experimento.
«El coronel (Agustín Codazzi) había llegado por la tarde, con su escolta compuesta de seis soldados y un oficial. Por la noche se soltó la mula en que montaba, y se enojó mucho por el descuido de su sirviente que había amarrado mal al animal. Ya sufría de calenturas.
La incomodidad que tuvo con el mozo lo agitó mucho; sin embargo, cuando ya el sol estaba cerca del mediodía, se fue a la plaza con sus instrumentos para hacer observaciones. Por la tarde se agravó y tuvo que acostarse antes de que anocheciera. Fue su último día de trabajo.»
Así describe el viajero francés Luis Striffler los últimos días del geógrafo italiano Agustín Codazzi. El año era 1859 y este poblado a 80 kilómetros al sur de Valledupar se llamaba entonces Espíritu Santo. Pero en 1576, este lugar que un día se llamaría Codazzi ya había sido sede de otro hecho histórico.
Según consta en la ‘leyenda vallenata’, que se conmemora cada año con el festival de Valledupar, la Virgen Milagrosa hizo potables las aguas de la laguna de Sicarare, envenenadas por un grupo de indígenas perseguidos por los españoles.
No sería éste ni el único milagro ni el último veneno ligado con este pueblo del Cesar. Aunque el origen del poblado sea incierto, en el siglo XVIII Espíritu Santo se había convertido en un epicentro de evangelización de indígenas.
Lo que eran Riohacha en la conquista de los guajiros y Nabusímake en la de los indígenas de la Sierra, lo era El Pueblito para los tupes y para los motilones. Pero la escena final de la reducción del pueblo tupe tuvo que esperar hasta el siglo XX.
El ‘milagro’ de la Divina Pastora, como se lo conoce, se conmemora en Codazzi cada 7 de septiembre, con desfiles y procesiones. Ese día de 1914 ocurrió la rendición pacífica de los indígenas que hasta entonces habían amedrentado a la población, y que en 1873 habían reducido el pueblo a cenizas.
En presencia de monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo obispo de Riohacha y del héroe de la guerra de los Mil Días el general Antonio Galo Lafaurie, los indígenas decidieron, por propia voluntad, acogerse a la civilización. No podía creerlo el pueblo entero que se volcó a las calles a observar la tranquila procesión de quienes hasta hacía poco significaban una temible amenaza.
Sólo la construcción de la carretera vino a mejorar en algo el aislamiento de Codazzi. Esa visita inaugural del presidente Alfonso López Pumarejo, en 1937, fue accidentada. Un río crecido le impidió al Presidente el regreso a su avión, y tuvo que pasar la noche en Becerril.
Luego tendrían que hacer un aterrizaje de emergencia en Valledupar. Su fe en el santo Ecce Homo aseguraba López ayudó a salvarle la vida. El momento estelar de Codazzi llegó unos años más tarde. El auge del algodón, entre 1958 y 1975, convirtió a Codazzi en la capital algodonera de Colombia y le mereció el título de Ciudad Blanca.
En 1960, con 20,980 hectáreas sembradas, se convirtió en el primer productor nacional de algodón, seguido de lejos por Armero, Tolima, con 14,209. Y el número de hectáreas habría de llegar a 60,000 en 1975, para decrecer rápidamente con la crisis algodonera.
El dramático derrumbe se debió a la caída de los precios internacionales, al aumento del costo de los insumos por la crisis petrolera de 1973, pero también al uso indiscriminado de pesticidas (726,000 galones en 1977). Para 2004 sólo quedaban 344 hectáreas sembradas.
El hecho más preocupante para el Codazzi de hoy se inició en esa época cuando la Federación Nacional de Algodoneros, al abandonar el lugar y no saber qué hacer con sus depósitos de pesticidas, optó por enterrar por lo menos 70 canecas de tóxicos, entre ellos DDT y parathion.
El varbasco de los indígenas del Sicarare es -en comparación un juego de niños. Con el asentamiento en esas mismas tierras de un barrio de invasión se dio origen a un ‘experimento’ macabro que seguramente hará aportes a la comprensión de los efectos que tienen los pesticidas sobre las malformaciones congénitas y sobre el origen del cáncer. Sólo cabe otro milagro.
Con la crisis del algodón, muchos cultivadores recurrieron a la siembra de marihuana. Los principales cultivos de marimba surgieron en esta región del Cesar y el sur de la Guajira. Hay que recordar que entre 1977 y 1984 Colombia fue el primer exportador de marihuana del mundo, cuando abastecía 63% del mercado americano.
Fueron años aciagos para Codazzi. Numerosas bandas delincuenciales se refugiaban en la vecina serranía de Perijá y bajaban al pueblo sembrando la violencia.
Como todo buen pueblo costeño Codazzi tiene hoy un ambiente fiestero, que a su celebración religiosa propia añade un festival de vallenatos en guitarra. Su economía agrícola, aunque más diversificada, se centra ahora en la palma africana.
El día en que se construya la muy prometida vía que conecte a Codazzi con Machiques, en Venezuela, esta región recibirá el impulso que tanto necesita. Esa frontera sin duda requiere un paso intermedio entre el de Cúcuta y el de Maicao.
Esas montañas azules de la serranía de Perijá por donde cada mañana se levanta el sol ardiente de Codazzi tendrán entonces un nuevo sentido para la ciudad en donde murió el forjador no solo de la Geografía en Colombia sino precisamente en Venezuela.
Diego Andrés Rosselli Cock, MD
Neurólogo, historiador, académico
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